Vanguardia Cuenta la historia de la vida
de dos santandereanos que estuvieron
muy cerca de la muerte. En ambos casos,
los protagonistas afirmaron que tuvieron
espacios de lucidez durante sus momentos
críticos, aunque no se podían mover o
comunicarse con la gente que estaba
a su alrededor.
de dos santandereanos que estuvieron
muy cerca de la muerte. En ambos casos,
los protagonistas afirmaron que tuvieron
espacios de lucidez durante sus momentos
críticos, aunque no se podían mover o
comunicarse con la gente que estaba
a su alrededor.
Cuando Sandra Milena Ayala Carreño despertó
en una de las habitaciones de la Fundación
Cardiovascular de Colombia (FVC), luego de
estar cuatro meses en estado de coma quiso
gritar desesperadamente.
Exigía rápidas respuestas sobre qué
le había sucedido y dónde estaba.
Al abrir sus ojos, el primer rostro que reconoció
fue el de su hermana menor a quien quería
formularle mil preguntas, pero los tubos que
atravesaban su tráquea no le permitían articular
ninguna palabra.
De a poco se fue enterando que estuvo al
borde de la muerte en tres ocasiones, en
las que los médicos de la FVC tuvieron
que reanimarla vía desfribilador y que
durante 16 semanas estuvo inconsciente,
conectada a muchos aparatos que ayudaban
mecánicamente a mantener activas sus
principales funciones orgánicas.
La sorprendente historia de esta joven,
técnica en secretariado comercial, comenzó
en 2010, cuando en su natal San Vicente
de Chucurí presentó los síntomas comunes
de un dengue clásico: fiebre y malestar general.
En San Vicente, los médicos sólo atinaron
a recetarle acetaminofén para sus males.
Sin embargo la salud de Sandra no mejoraba
y por el contrario el pecho le ardía, se le hinchó
la cara y el desaliento general no la dejaba hacer
prácticamente nada.
Pero lo que nunca imaginó Sandra es que su
corazón, en verdad afectado por el peligroso mal
de chagas, sufría silenciosamente los daños
causados por la mortal enfermedad, que es
transmitida por el insecto conocido
comúnmente como pito.
Afectada por sus dolencias y sin hallar solución
a sus males, Sandra decidió buscar ayuda
profesional en Bucaramanga. Y fue en la capital
santandereana, luego de pasear por varios centros
asistenciales, en donde realmente dieron con la
razón del resquebrajamiento de su salud.
“El chagas es un parásito microscópico que
durante su vida necesita hospedarse en un ser
vivo que le provea alimento, y los sitios más
indicados para él son el corazón o el intestino
humano. Con el paso del tiempo este parásito
produce inflamación, que a su vez gen explica
el médico especialista en anestesia
Leonardo Salazar.
Sandra, que para ese tiempo tenía 25 años,
entró colapsada el 16 de febrero de 2010 a la
FVC y seis días después le fue trasplantado un
corazón nuevo. Pero antes de la delicada operación,
a la sanvicentana le extrajeron su dañado músculo
que fue reemplazado durante 48 horas por un
ECMO, dispositivo que suple las funciones
del corazón y el pulmón.
Complicaciones post operatorias la llevaron
durante cuatro meses al estado comatoso, tiempo
en el cual el sistema neurológico de Sandra siguió
funcionando.
“Soñaba mucho, eso lo tengo bien claro.
Soñaba que era protagonista de muchos
accidentes, incendios y ahogamientos, pero lo
más curioso era que me salvaba de todos.
Tal vez, internamente me negaba a irme”,
cuenta la joven trasplantada, quien recuerda
que en una ocasión fantaseó con que se había
ganado el premio mayor de la lotería, aunque
actualmente ella se rehúsa a comprar este
tipo de sorteo.
Durante su ‘sueño’, Sandra pensaba en
que su hora no había llegado. No le temía
a la muerte, a pesar de tenerla tan cerca,
pero sí le asustaba el hecho de quedar
convaleciente y postrada en una cama
por el resto de su vida.
“Me dolía imaginarme que sería una carga
para mi familia, más cuando mi mamá también
se vio afectada por el chagas, y fue mi hermana
quien cuidó de las dos. Tal vez por eso, la visita
de ella a la clínica es la única que tengo muy
presente durante mi estado de coma, pero me
sentía impotente, porque le quería decir miles
de cosas y no podía por mi estado crítico”,
recuerda la joven.
Cuando despertó, para Sandra comenzó
una nueva vida. Aprendió a valorar cada
minuto de su existencia y supo que a pesar
de las circunstancias siempre habrá personas
dispuestas a darlo todo por nosotros.
“Por eso debemos ayudar a los demás sin
esperar nada a cambio, porque uno un día está
bien y al otro está al borde de la muerte. Dios
quiso que me quedara más tiempo en la tierra
y creo que tengo varias misiones por cumplir”,
afirma la joven secretaria.
Después de siete meses, la vida para Sandra
Milena Ayala Carreño transcurre en normal
tranquilidad. Dieta, pastillas, ejercicio moderado
y controles periódicos hacen parte de la agenda
diaria de esta mujer a quien le quedó claro que
cualquier persona es susceptible de vivir lo
que ella vivió.
En vísperas de su matrimonio con el amor
de su juventud, esta mujer invita a todos los
santandereanos a hacer parte de los programas
de donación de órganos, porque ese noble gesto
también le puede dar una segunda oportunidad
de vida a muchas personas, la misma
que ella tuvo.
Quise poner aquí también este interesante
artículo dominical que publicara el
Ing. Ramon Leonardo, que se asemeja
mucho al anterior relato.
Léalo a continuación
Analizando todo lo ocurrido en México, Texa,
Puerto Rico y nuestros pueblos costeros y otros
países del mundo, me he puesto a pensar que tan
susceptible es la vida.
Que corta es la distancia
entre la vida y la muerte, por eso les exhorto
a todos mis lectores, vivir libres de apegos, de
odios, de miedos y así, si fuésemos sorprendidos
por la muerte, nos iremos serenos y sin temores,
pasando a vivir el mas allá en un estado sutil, en
un espacio de luz cargado de ligerezas, y disfrutarás
de esa evolución espiritual, que solo se logra en el
mismo instante en que afrontas el miedo a la muerte.
Ing. Ramón Leornardo.-
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